miércoles, 1 de mayo de 2013

Silencioledad

 
 

No es que uno deje de ser niño, es que cada día se va siendo cada vez más niño. Ese niño de adentro que sufre sin miedo a que lo vean y que hace que las arrugas de las vivencias, sean para no darse tanta importancia, jugar como si ese juego sea el último, entregar. El niño te mira cuando sufres, y sin embargo, te tranquiliza en su silencio. El adulto se llena de palabras para explicar lo que puede y el anciano acalla sus palabras para volver al silencio del inicio. Somos silencio, palabras y sobre todo acción, y las acciones no necesitan palabras, son el silencio hablando.


Y sin embargo, en esa completa compañía de mi mismo, me baño en un manantial. A pesar de lo difícil de callar, me sumerjo en la expresión y ya cada segundo que pongo un poco más de atención a esa brisa curiosa que entra en la inhalación y sale con libertad al exterior, es la irrenunciable experiencia del cambio y movimiento. Es la totalidad en la nada, es vibrar a ojos cerrados, es la presencia hacia adentro que conmueve, conmueve por la oportunidad de sentirla, un segundo, minutos, toda la vida.




En la absoluta sombra y oscuridad, en aquello incierto y fugaz, en ese vestido de perderme sin saber que encontrar, dejo de separar un momento, de separarme y caigo y elevo a la vez, para llegar al punto que hace germinar la vida: sentir.


BeNjO

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